Los seres humanos estamos acompañados de un sinfín de acontecimientos a lo largo de la vida, ya sean positivos, gratos, memorables o bien, desagradables y desfavorables. Esta diversidad de experiencias le da sentido a nuestro día a día, pero algunas situaciones traen más desequilibrio a nuestro diario vivir que solo una reacción emocional. Cuando estas experiencias son agobiantes y traen consigo consecuencias negativas, se puede considerar la presencia de un trauma.

El trauma psicológico es el resultado de un evento inesperado y abrumador que, además representa una amenaza a la vida o al bienestar físico y psicológico. Los eventos que originan un trauma tienen alto impacto porque sobrepasan la capacidad de la persona para hacer frente a dicha situación, por ende, alteran su estado y conllevan cambios en el aspecto emocional, físico, cognitivo y conductual. Estos cambios son reacciones normales y esperadas. Eventualmente las respuestas disminuyen en intensidad y frecuencia hasta contar con un diario funcionamiento adecuado.

Quienes atraviesan por un hecho traumático se sientan temerosos, impotentes, alarmados, vacíos, inseguros, ansiosos, culpables o irritables. A nivel físico presentan fatiga, ritmo cardiaco acelerado, dolor de cabeza, sudoración, presión elevada, nausea, malestar estomacal, etcétera. Comúnmente hay pensamientos e imágenes intrusivas sobre el evento, se experimenta una dificultad para tomar decisiones, concentrarse y recordar, existe confusión y desorientación. Así también ocurren cambios en los patrones del sueño y alimentación, hay aislamiento, disminuye la higiene personal y el seguimiento de actividades habituales.

Este conjunto de respuestas difiere de persona a persona debido a que el trauma psicológico es una experiencia única y subjetiva. No es precisamente la situación la que determina la presencia del trauma, sino la experiencia individual, sin embargo, hay factores que sí influyen en cómo se reacciona y recupera ante un suceso impactante. La severidad del suceso, experiencia previa de un hecho traumático, estrategias de afrontamiento, valores y creencias personales, así como la respuesta y apoyo de la familia, amigos y profesionales, son factores que pueden tanto favorecer como perjudicar la restauración del estado general del individuo.

Por medio de los estudios ha sido posible reconocer las siguientes situaciones como una causa potencial de trauma:

  • Todo tipo y forma de violencia: género, familiar, conyugal, física, psicológica, sexual, negligencia.
  • La trata de personas o tráfico sexual.
  • Situaciones de combate y/o guerra.
  • Desastres naturales, tecnológicos y humanos.
  • Accidentes vehiculares, aéreos y otros que tengan consecuencias serias y fatales.
  • Enfermedades que atentan contra la vida como el cáncer.
  • El suicidio o fallecimiento de un familiar o persona cercana.

El momento indicado para consultar a un profesional es cuando el funcionamiento diario aún está afectado por los cambios emocionales, físicos, cognitivos y conductuales que han persistido por un tiempo prolongado y además de estos, se han sumado otras alteraciones como depresión y abuso de sustancias. A pesar de que algunas experiencias lleguen a causar un daño severo en la vida, es factible tratar las secuelas con tratamiento psicológico y así restablecer el control y bienestar de la persona.

 


 

La información de este artículo está basada en la siguiente bibliografía:

Ruglass, L. y Kendall-Tackett, K. (2014). Psychology of Trauma 101. New York: Springer Publishing Company

Tylor, M. (2014). Trauma Therapy and Clinical Practice: Neuroscience, Gestalt and the Body. New York: McGraw- Hill Education

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